viernes, 6 de mayo de 2016

Diario 4: Experiencias con hadas 4: Las consecuencias de enfadar a un ser elemental


Hola buenos días, hoy vengo a compartir otra experiencia con seres elementales, esta vez no es mía, si no de alguien a quien conozco muy bien, por lo tanto es una fuente fiable, que se atrevió a revelarme una parte de su vida que tenía muy muy escondidita porque le traia malos recuerdos; por lo tanto omitiré detalles personales. En efecto, hoy hablaré del "lado oscuro" de estos seres, qué pasa si los haces enojar y el peligro de las invocaciones, que como ya he compartido en otras ocasiones no me parece un método muy ético, ya que sometes a un ser a tu llamada que en el caso de las hadas, no les agrada mucho. Como espíritus de la naturaleza que son su personalidad es cambiante, es como el tiempo, si llueve puede servir para cultivar tus cosechas pero también para destruirlas con una inundación. Son seres libres, con afecto hacia la creación (también al ser humano) sin embargo la relación humanos-elementales ha sufrido mucho con el paso de los siglos y actualmente les suponemos una amenaza más que otra cosa. Ellas son curiosas y nos observan, sin embargo no quiere decir que esten dispuestas a mantener contacto con cualquiera, son muy cautelosas a la hora de a quien mostrarse y a quien ayudar; entre ello porque son seres que se toman muy a pecho una traición, y que responden a ella de manera radical como un torbellino. Por lo tanto la mejor manera de acercarse a ellas es frecuentar un entorno natural fuertemente energético día tras día hasta sentirte parte de él, que te conozcan y seas aceptado como parte del entorno al cual cuidas y aprecias. Al cabo de los días se puede iniciar una toma de contacto platicándoles y esperando por señales.

Ahora viene el relato. Mi amigo, llamémosle Elrond, siempre habia sido una persona muy curiosa en todo lo que atañe al mundo mágico, así que desde muy joven andaba merodeando de biblioteca en biblioteca antigua para hacerse con todo tipo de secretos ocultos hallados en esos polvorientos tomos perdidos. Silenciosamente tomaba notas mientras los leía y después volvía corriendo a sus parajes perdidos del bosque al lado de casa en los cuales realizaba punto por punto los hechizos que había recopilado. Uno de sus brotes de curiosidad fue llamar a los seres elementales, quería conocer y ver a los duendes y gnomos que vivían bajo tierra, así que se hizo con un antiguo ritual de llamada que efectuó en su solitario lugar en el bosque. Siguiendo paso a paso cuál fue su sorpresa cuando notó un temblor de tierra que hundió profundamente hacia abajo un trozo del suelo en el cual se hallaba. A partir de ese instante todo tipo de criaturitas diminutas y de rostros raros comenzaron a emergir del socabón recriminándole por lo que había hecho, pues había hundido sus casas. Enfadados y saltironeando al rededor le juraron que pagaría por lo que había hecho. Desde ese instante Elrond se
vio continuamente rodeado de la presencia de duendes y gnomos a los cuales podía ver, los cuales se habían propuesto fastidiarle un tanto la existencia hablándole continuamente, pellizcándole, estirándole de las ropas y rompiéndole cosas. Si repasas un poco el folklore de tu país encontrarás decenas de historias similares, por lo general sus castigos y enojos son más molestos y traviesos que malignos; pero depende mucho del tipo de ser que te hayas topado. Retomando la historia, Elrond un día que ya no aguantaba más buscó entre los libros un hechizo que lo incapacitara para ver cosas y de recibir la influencia de dichos seres, el cual efectuó con éxito y desde ahí se prometió a si mismo y para siempre dejar de hurgar entre la magia y lo sobrenatural.

Cabe decir que, cuando me lo reveló no paré en mi de emoción y excitación, un frenesí de colores me invadió. Es el tipo de experiencia que mi persona curiosa anhela, así que le envidié. No obstante, comprendo el porqué no las he tenido, y es porque siempre me ha dado respeto el tema de las invocaciones y de la práctica mágica en si. Por lo tanto me limitaré a disfrutar de su invisible compañía cuando me sumerja entre los húmedos bosques y frondosos parajes.